Toda nuestra Demencia procede de nuestra manera de vivir, excesivamente artística. Esta vida artística que sabemos que no es la verdadera.
Esta obligación moral de formar parte de algo más duradero que nosotros mismos. Las marcas van y vienen, pero el terroir, ese enigmático concepto que deambula entre el ser y el no-ser, permanece.
Como quien afirma que: no es el autor de la novela – Cervantes – quien mejor conoce las intimidades de la misma, sino que son las criaturas representadas por el narrador las que se imponen y realmente crean; de la misma manera, el viñedo y la uva imponen nuestro camino, y nosotros en su verdad, vivimos.
Es justamente con la vida artística, aun cuando no sea ni con mucho la verdadera, con la que me siento tan feliz. No estoy tan cerca de morir, sin embargo siento que en lo que estoy metido es mucho más grande que yo, y de más larga duración que nuestra vida.
Para ser el eslabón en esta cadena de viticultores pagamos un precio muy alto en salud, en juventud. Somos como un caballo de tiro que arrastra un carro cargado de gente que se encamina a disfrutar la primavera, pero la potencia de crear es otra juventud. Perderemos nuestra juventud, pero ganaremos en serenidad.
¿El deseo de expresar algo? Lo realmente artístico es amar a la gente. La experiencia es la de tener una historia personal que se ha compartido con otros. No puede haber yo si no hay otro, y no puede haber otro sin fe, esperanza y amor.
Estudiando una sola brizna de hierba, nos es preciso volver a la Naturaleza. Sentir la necesidad de elaborar hasta el punto de quedar exhausto, moralmente aplastado, físicamente aniquilado. El artista debe ser un obrero.
Llegará un día sin embargo en que se verá que lo que he hecho vale mucho más que el vino y que mi propia vida. Un estado de cosas en que el dinero no sea necesario para vivir.
Aprendiendo a sufrir sin una queja, aprendiendo a mirar el dolor sin repugnancia, nos arriesgamos al vértigo, pero sufrir sin quejarse es la única lección que debe aprenderse en la vida. El éxito es la peor cosa que a uno le puede suceder.
Hay momentos en que siento un deseo tormentoso de abrazar algo, una mujer del tipo puta barata. Una alimentación frugal me sienta tan bien, sobre todo si tomo un poco más de vino de lo habitual.
La Obra Maestra está por hacer. Lo que importa es no dejarse engañar por la falsedad de nuestra época hasta el punto de no percatarse del tiempo sofocante y nauseabundo que precede a la tormenta. Las futuras generaciones podrán respirar más libremente: disfrutarán del vino verdadero.