El 27 de julio de 1890, Vincent, en palabras de Adelina Ravoux – hija del dueño de la pensión en donde vivía – salió por la mañana a trabajar temprano como todos los días, al mediodía volvió a comer y después volvió a partir. Nada hacía predecir lo que iba a pasar.
Terminada la cena, los caseros vieron venir a lo lejos a Vincent renqueante y tambaleándose; sólo la madre de Adelina se percató de que se cogía el vientre y parecía andar cojeando, le preguntó: “Sr. Vicent, estábamos inquietos al no verle, ¿qué le ha pasado?”. Vincent, apoyándose un instante en el billar, respondió: “¡Oh, nada! Me he herido.”, y subió penosamente las escaleras hacia su estancia.
Al oírlo gemir en su habitación el casero entró en la misma y observó a Vicent tendido sobre su cama, le preguntó: “¿Qué le pasa?”, a lo que Vincent se volvió retirando la mano de su cuerpo y mostrando un agujero ensangrentado debajo de su pecho, diciendo: “Me he disparado un tiro… Esperemos que no haya fallado.”
Otra vez se había autolesionado. Sigue leyendo Muerte y Funeral de Vincent