Lev Tolstói es mundialmente conocido por ser autor de dos de las mejores novelas de la historia de la literatura: Guerra y Paz, un inmenso mosaico de personajes y emociones con el fondo de la guerra contra Francia, y Ana Karenina, una delicada crítica social suscitada por un romance de alta sociedad.
Pero pocos saben que Tolstói fue una auténtica celebridad en su época, aristócrata adinerado, su existencia transcurrió en una continua lucha entre el deseo de alcanzar la pureza espiritual y la impotencia que le generaba la debilidad de sus actos.
Se formó en la flamante universidad de Kazán, la más progresista de toda Rusia, y en la que más tarde también se formaría Lenin. Allí surgen en su mente ideas totalmente innovadoras para su época basadas en la igualdad y el bien. Pero su débil voluntad le hacía entregarse a sus deseos y debilidades, desarrolló un insaciable apetito sexual que alimentaba con desenfrenadas aventuras con todo tipo de mujeres, sobretodo prostitutas. Se debatía entre el pecado y la virtud, y se entrega a la bebida, el juego y las mujeres.
De vuelta a la propiedad familiar, se centra en mejorar las condiciones de vida de los agricultores que en ella trabajan. Funda escuelas y centros de trabajo en los que implementa métodos novedosos basados en el respeto por la individualidad y el libre desarrollo de la persona. Pero también allí es presa de su incontenible deseo sexual y es incapaz de encontrar la tranquilidad.
Todos quieren cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo.
La enseñanza en su institución eran completamente gratuita, los jóvenes podían entrar y salir a su antojo, y jamás se ponían ningún tipo de castigo.
La dicotomía moral sigue marcando su existencia: maestro a los ojos de los demás, y despreciable vicioso a los suyos propios; busca en el matrimonio con Sofía, 16 años menor que él, su herramienta para la salvación, pero la vida familiar le es insuficiente.
Decir que uno puede amar a una persona por toda una vida es como declarar que una vela puede mantenerse prendida mientras dure su existencia.
Pese a permanecer unido a su cónyuge hasta su muerte, abandonó poco a poco la idea del matrimonio como institución liberadora y se entregó al ascetismo para purificar su alma. Decidió volcarse en la búsqueda del secreto del Amor Universal y las obligaciones familiares eran para él un impedimento.
¿Cómo podía vivir él tan bien cuando otros sufrían tanto? Se entregó así pues a la vida simple. Predica una sociedad basada en el amor recíproco entre todos sus miembros y se convierte en la voz moral de su generación. Se dedica al trabajo en el campo, aprende el oficio de carpintero, y viste harapos impropios de su condición social. Multitud de seguidores peregrinan a su propiedad para recibir sus lecciones espirituales.
Se convirtió en un filósofo mediático, sabio de fama mundial sus escritos traspasan fronteras. Critica la inequidad de la sociedad zarista, pero su popularidad impide que ni el mismísimo zar sea capaz de censurarle. Es ya una auténtica celebridad, se le tomó la primera fotografía a color en Rusia.
Para su visión política destaca la anarquía como el único sistema político adecuado, siempre enfatizando que el Reino de Dios está dentro de nosotros. Toda la sociedad podría ser transformada con que sólo un hombre comenzara a decir no. Desarrolla escritos muy innovadores sobre la no-violencia que posteriormente desarrollará Gandhi, con el que mantiene correspondencia.
Profundamente cristiano, criticó con vehemencia a la iglesia ortodoxa por su hipocresía, sus rituales inútiles y su apoyo injusto al sistema zarista, revisó las sagradas escrituras, y hasta fue excomulgado.
Atormentado por la disparidad entre sus criterios morales y su riqueza material, en octubre de 1910, octogenario y enfermo, decide finalmente huir de su estilo de vida aristocrático.
Antes Tolstói había intentado renunciar a sus propiedades en favor de los pobres, aunque su familia, en especial su esposa se lo impidió.
Huye de su propiedad en busca de la soledad; cae enfermo y se recluye en una estación de tren donde le ofrecen una humilde cama de hierro, quizás inadecuada para el anciano conde Tolstói.
No quiero otra… durante demasiado tiempo las he tenido mejores que las de los demás. Cuanto peor sea ahora, tanto mejor para mí. ¿Cómo mueren los campesinos? Y, sin embargo, también tienen una buena muerte.
Centenares de seguidores fueron a visitarlo pero no quiso recibirlos, ni siquiera recibió a su mujer. Los periódicos en Asia y Europa se hacían eco del seguimiento de su convalecencia y muerte.
El entierro fue multitudinario, un enorme acontecimiento. Las autoridades zaristas estaban preocupadas de que se pudiera suscitar algún tipo de revolución en este momento. Algunas de sus ideas resultan todavía innovadoras.