El Hombre tenía todo planificado, el vino de sus sueños estaba en su mente, orientó sus esfuerzos en la dirección ansiada, pasaron meses, pasaron años hasta que llegó la fecha señalada. Quería comprobar el equilibrio, la finura, la elegancia; echó un sorbo a su boca y todo se mostró real, el vino fue como
EL MORDISCO DEL COCODRILO.
Y todo quedó resquebrajado, desordenado, revuelto. Nada era lo planificado, pero era bello; la desbordante Naturaleza había descolocado su orden. El Hombre se había dado cuenta de que nada volvería a ser igual.