Quizás sería más fácil poner de acuerdo a un puñado de holandeses aficionados al vino para que compren un vino del Bierzo, que poner de acuerdo a los elaboradores de esta comarca para repartirse por igual el valor de las botellas vendidas. Sin embargo, para el viticultor berciano nada sería mejor que asociarse y repartirse el precio de la venta, garantizando así la subsistencia de este gremio y el trabajo de sus miembros.
Esto se resolvería si los más afamados vignerons en el Bierzo tomaran la iniciativa diciendo: aquí estamos y entregamos tres mil botellas por valor de treinta mil euros (o las botellas correspondientes de acuerdo al valor estipulado), y además nos comprometemos a entregarlas cada año; así mismo os invitamos al resto de elaboradores – menos conocidos y no por ello menores – a entregar semejante cantidad de vino y uniros a esta Sociedad.
La valoración de estas entregas se determinaría por peritaje mediante cata a ciegas e independiente realizada por expertos acreditados y que no tengan intereses en dicha Sociedad. Muchos de los vinos presentados quedarían apartados, pero es que hay muchas botellas que sin duda no son arte.
Así estoy seguro que los grandes enólogos que en el Bierzo ejercen ganarían aún mayor prestigio, prestigio que sin duda merecen por su esfuerzo y talento, pero que también se agrandaría por la creciente reputación ganada por el batallón de elaboradores más anónimos que llevan años elaborando honrados vinos trabajando en continua miseria.
Desde la constitución de esta Sociedad, y gracias al apoyo de estos insignes bodegueros, el vitivinicultor berciano se garantizaría una renta mínima que haga el viñedo sostenible para desarrollar su oficio, y además ganaría la libertad necesaria que le permitiría seguir creciendo en su faceta artística y creadora.