Dicen que Villafranca…

Dicen que Villafranca del Bierzo ejerció de capital de la provincia cuando fue tal en el año 1822, contaba con 690 vecinos y ostentaba los poderes tradicionales: aristocracia, terratenientes y clero; y es que Villafranca ha tenido siempre vocación capitalina.

Paseando por sus vías me encuentro subiendo la pendiente calle del Campo de la Gallina con un fatigado Rafa.
– ¿Qué? Rafa, pareces fatigado, ¿mucho trabajo?
– No, es que la calle está muy empinada, lo de trabajar no interesa, ¿Un vinín?

Aunque Villafranca se constituyó como el núcleo histórico del Bierzo, para los pueblos de los alrededores sus gentes son unos señoritos arruinados y presumidos que no la hincan, que no quieren mancharse las manos.
La villa es cuna de importantes políticos y aristócratas. También son destacados hijos de la misma escritores como Enrique Gil y Carrasco, Ramón Carnicer o  el poeta Antonio Pereira quien, según siempre recuerda Alex del Bierzo, en una visita del periodista Luis del Olmo para dirigir su programa Protagonistas, quedó sorprendido por ver caminar a sus gentes por las calles a temprana hora para acudir al teatro a presenciar la emisión. Dicen que madrugar no es costumbre arraigada en la villa.

Villafranca encarna a la perfección la personalidad contradictoria de la región donde conviven mitos y realidades, supersticiones y verdades científicas, fábulas e historia, los idiomas castellano y gallego, sectarios y librepensadores. El berciano abandona o margina el trabajo del campo por su dureza y exigencia, para buscar los bienes de forma más rápida. Todo ello unido a la riqueza de sus montañas ha generado importantes explotaciones como por ejemplo las minas de Wolframio en la Peña del Seo de Cadafresnas.
En la dura época de escasez y necesidad durante la posguerra, allá por el año 1945, el berciano se aventuraba a escalar a esta peña para recoger el mineral de manera furtiva y anárquica, siendo su precio afectado por una elevada especulación provocando pillaje, contrabando y violencia. Riesgos e incertidumbres que al parecer no afectaron a los villafranquinos ya que poquitos subieron a la peña del Seo a pesar del hambre.

Contradictorio también es el paseo por su Calle del Agua, en el que el abandono y estado ruinoso de sus inmuebles contrasta con la grandiosidad de palacios, monasterios, escudos y torreones.

En Villafranca se conservan tradiciones ancestrales como la fiesta de los maios que da la bienvenida al florecer de la Naturaleza y a la temporada de las cosechas, y donde os maios se atavían con as cañaveiras para recorrer las calles desde diversos puntos hasta encontrarse en la Plaza, con el ritmo de las Gaitas marcando su paso.
Dicen que una tradición no es más que una buena costumbre que se transmite de generación en generación.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.