Había estado un puñado de semanas itinerante por América, fue una temporada maravillosa: me cancelaron dos vuelos, intentaron robarme en DF, me detuvieron y me quedé tirado cinco días en Costa Rica. Era el momento de volver a casa y tenía ganas de ver al jodido Miguel.
- Estoy de vuelta tras mi viaje, eché de menos mi moto y necesito un poco de vino.
- Anda, ven a mi casa, tengo algo de foie-gras en mi nevera y una botella abierta de Sauternes.
Cuando nos dimos cuenta el Sauternes ya era historia, y la segunda botella de Rioja estaba mediada.
- Este Rioja es una puta mierda, tío. ¿Sabes una cosa? Ese continente es una locura, todo el mundo corre en el mismo sentido y la razón inunda sus mentes.
- ¿Razón o locura? Una locura cualquiera deja de serlo en cuanto se vuelve colectiva.
Ya lo tenía claro, había estado dando vueltas por medio mundo y ahora venía este subnormal a descubrirme la vida.
- Allí el loco busca tu complicidad y te dice que lo será por tenerte en cuenta.
- Son cínicos, buenos muchachos, de los que dicen que comprenden todo. Unos locos miserables. El que todo comprende, no comprende nada.
Estaba claro, mi colega llevaba tiempo sin llevarse nada entre sus sábanas.
- Es gente generosa, algo interesada sin duda pero, ¿quién no? Nunca piden nada que no esté en tu mano.
- No des a nadie lo que te pide, sino lo que entiendas que necesita, y soporta luego su ingratitud.
- ¡Vete a la mierda! Tú y tu Rioja, ¡abre por fin una botella decente!