En una reciente visita a Madrid, mi amigo José Román me expuso su opinión respecto al mercado real del vino. En el sector, quizás por egolatría o por simple miopía intelectual, parece que estamos constantemente ‘mirándonos al ombligo’,
hablando de nuestras preocupaciones y elucubraciones mentales respecto al vino: vino orgánico, vino natural, vino de autor, vino de alta expresión, vino de pueblo, etc… Yo continuaba con esta perolata hasta que llegado el momento, José me frenó los pies tajantemente: «Olvídate de toda esa verborrea, yo salgo a la calle, y lo que gobierna aquí son las tres R’s».
Ante semejante sentencia, tuvieron que pasar unos segundos para que yo reaccionara: «¿qué es eso de las tres R’s?»
«Rioja, Ribera y Rueda, eso es lo que la gente demanda.»
Me llamó poderosamente la atención la introducción vertiginosa y masiva en el mercado de los vinos de Rueda. Unos vinos de gran expresión aromática, fáciles de beber, y con una personalidad muy definida. Sin entrar a valorar los motivos de esta tipicidad, dialogamos al respecto a mis preferencias respecto a Rueda, y convenimos que pese a ser buenos vinos, en muchos casos son vinos que nos dejan ‘indiferentes’; a lo que de nuevo José Román provocó otro titular: «En Rueda, otro blanco es posible».
Así me presentó Adrede, me comentó cómo se había ido al pueblo segoviano de Nieva, donde los suelos son diferentes, la altitud de sus viñedos (850m) y la influencia de la sierra es más intensa, y la maduración de los viñedos más equilibrada.
El blanco de Rueda Adrede es un vino de baja graduación (en torno a 12% Alc), con buena acidez y equilibrio en boca, no tan aromático como alguno de los vinos vecinos, pero con una sensación envolvente y una densidad que lo hacen muy atractivo.
¡Salud!
